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jueves, noviembre 17, 2005

CoeXisT

Ayer en un concierto del grupo U2 retransmitido en la TV británica, el cantante Bono llevaba una cinta en el pelo (copiada de un grafitti) que decía CoeXisT: La C era la media luna, la X era la estrella de David judía y la T era la cruz cristiana.

Esta situación de supuesto enfrentamiento religioso, la han creado los extremistas neoconservadores y los extremistas musulmanes, Bin-Laden con su 11-S y Bush con su Irak, tal para cual, tan opuestos pero tan parecidos.

Es difícil pedir la convivencia en un país como España donde ahora mismo predomina el sectarismo, el elitismo, el caciquismo y el amiguismo en todos los frentes, se pasa ya del nacionalismo periférico o centralista al enfrentamiento chusco y barriobajero entre tribus, el y tú más, tan infantil; es lo mismo, tal para cual, tan opuestos pero tan parecidos, pero ahí queda la lucidez de este académico musulmán

Vivir juntos
Por Tariq Ramadan y Oscar Reyes

Tariq Ramadan es uno de los más importantes académicos musulmanes de tendencia progresista en Europa. Habló con Oscar Reyes sobre integración, multiculturalismo y el papel del movimiento mundial por la justicia tras los atentados de Londres.

OR.: El gobierno británico afirma que los atentados terroristas no tienen relación alguna con su política exterior; la prensa se niega a hablar de la enajenación entre los jóvenes musulmanes, y los líderes islámicos dicen que los atentados no tienen nada que ver con el Islam. ¿Qué habría que hacer para superar estas reacciones?

TR.: Es normal que en el primer momento se produzcan este tipo de reacciones “defensivas”. Cuando Toni Blair dice que no existe relación entre los atentados de Londres y lo de Irak, tiene razón en el plano ético –no se puede justificar lo que se ha hecho en Londres por lo que está sucediendo en Irak. Pero por supuesto que existe una vinculación en el plano político. Así que una cosa es decir lo que está bien y lo que está mal y otra ofrecer una explicación sin justificar lo que está pasando.

Pero más allá de esto, necesitamos dar un segundo paso que afecta a todo el mundo. Como musulmanes necesitamos dejar de estar a la defensiva y enfrentarnos a nuestras responsabilidades en lo que concierne a la educación islámica y a su interpretación. Pero el
Gobierno y la sociedad en general también tienen responsabilidad en vigilar qué clase de educación es la que estamos ofreciendo a esta sociedad, y si ella ayuda a los musulmanes a comprender que se les acepta como ciudadanos en un plano de igualdad. Para ello es necesario un análisis completo desde el Gobierno y no sólo centrarse en la seguridad, que es la respuesta típica. Ahora nos enfrentamos al mismo problema en toda Europa- en Holanda, tras el asesinato de Theo Van Gogh; en Francia, donde se está expulsando imames y prohibiendo sus actuaciones - y va a ocurrir lo mismo en el Reino Unido. Esas acciones no respetan la legislación europea sobre los derechos humanos al enviar a gente a Argelia o Pakistán donde no sabemos lo que pueda pasarles. Pero, por encima de todo, son simplemente actuaciones simbólicas que no resuelven los problemas reales.

OR.: Se está estableciendo una distinción entre musulmanes “moderados” y “fundamentalistas”. ¿Cómo se puede ir más allá de esta simplificación y aislar, al mismo tiempo, a quienes se sirven del Islam para justificar el terrorismo?

T.R.: Es muy importante rechazar esta división simplista en la que consideramos “moderados” a los musulmanes que dicen lo que queremos que digan y al resto los calificamos de “fundamentalistas”. Digamos que la comunidad musulmana es tan compleja como la comunidad cristiana y que en ella existen opiniones muy diferentes. En el momento en que se acepta que “el otro” es tan complejo como nosotros, es cuando se le respeta, a él o a ella.

Es también muy importante para los musulmanes de cualquier tendencia ideológica tener una postura clara sobre la idea de que el Islam significa estar “contra Occidente”. Tenemos gentes, ideólogos, que utilizan el Islam en este sentido y que representan exactamente la misma actitud de los neoconservadores en el otro lado, con su percepción de que una civilización se opone a la otra. Ambos extremos alimentan esta nueva ideología del miedo. Y nos corresponde a nosotros los musulmanes, pero también a los occidentales, entender que estamos luchando contra dos extremismos que se alientan uno al otro.

OR.: A los jóvenes musulmanes se les presenta, con frecuencia, como un “problema” pero Usted habla, en términos más positivos, de una “revolución silenciosa” entre la juventud musulmana de Europa. ¿Qué quiere decir con esa frase?

TR.: En los últimos 15 ó 20 años, la segunda y tercera generaciones de musulmanes han desarrollado una interpretación mejor de lo que es el Islam por encima de todo. Esto significa ser capaces de distinguir entre culturas de origen- percibidas, por supuesto, como una riqueza- y los principios islámicos. Mucha gente dice “tienes que integrarte en nuestra cultura”, pero eso no quiere decir renunciar a las convicciones islámicas. Mi opinión es que nuestros valores universales nos ayudan a integrar lo que es positivo de las culturas europeas.

A la vista de la actual reacción en Gran Bretaña, se puede comprobar que la segunda y tercera generaciones están afianzando su identidad al sentirse musulmanes y británicos a la vez. Exigen que se respeten sus derechos y que no se les mantenga al margen de la sociedad, lo que prueba que aceptan su ciudadanía y que esta sociedad es su hogar, que ya no se encuentran en la dar al-harb (territorio de guerra). Las mujeres están más presentes, más firmes y más conscientes también de sus derechos en contra de la discriminación.

Si buscamos indicios en los diferentes países, entonces creo que lo que ha ocurrido en Gran Bretaña con el movimiento contra la guerra es muy importante. Hemos visto a muchos musulmanes implicados en el Foro Social Europeo, y en Francia tenemos el grupo “Escuela para todos” que agrupa a musulmanes y no musulmanes; incluso a los grupos feministas se les ve trabajar codo con codo en nombre de unos valores comunes. Todo ello son muestras de una nueva tendencia, de un nuevo movimiento que escapa a nuestra percepción. Y a eso es a lo que llamo “revolución silenciosa”.

OR.: Con frecuencia, cuando se habla de integración se puede terminar haciéndolo de asimilación, lo que tácitamente exige de los musulmanes el renunciar a sus creencias para conseguir el reconocimiento en la esfera pública.

TR.: Integración es un término que se utiliza con diferentes acepciones en diferentes países. En Francia, la integración está mucho más cerca de la asimilación. Tú estás integrado cuando piensas como nosotros, te vistes igual y resultas invisible. No ocurre exactamente lo mismo en el Reino Unido donde puedes integrarte y seguir siendo como eres ya que puedes seguir siendo tú entre gente que es como tú. Aunque el multiculturalismo del que hablamos en el Reino Unido es bueno, no lo es si queremos decir con él que consiste en un mosaico de comunidades que no viven juntas sino unas al lado de las otras. Aquí es donde está el problema: tenemos idealizado el multiculturalismo pero con mucha frecuencia los ciudadanos británicos “indígenas” no se mezclan con musulmanes ni con los británicos de origen pakistaní, bengalí o india.

La integración debería significar seguir siendo quien eres, vivir con tus múltiples identidades y vivir con los otros. Se trata de cómo abordamos la visibilidad de las diferencias y la psicología de saber que vivimos con gente que no es como nosotros en nombre de una sociedad común, en el marco de la misma legislación y con respeto mutuo.

No resulta sencillo, ya que no existe mutua o recíproca integración sin conocimiento, educación, y
tomándose el tiempo necesario para conocer más sobre el “otro”. Es imposible construir la integración o una sociedad multicultural sobre la mutua ignorancia.

OR.: La integración también puede verse como un test de lealtad. ¿Cómo se pueden promover formas de vivir juntos que permitan a los musulmanes occidentales disponer de un espacio para cuestionar el predominio cultural de los actuales consumismos e individualismos occidentales?

TR.: Esto es muy importante porque de nuevo se les pide a los musulmanes que muestren lealtad y sentimiento de pertenencia, como si tuvieran que seguir a ciegas la cultura dominante. La integración real en las sociedades occidentales consiste en mezclarse, en ser selectivo y en promover el espíritu crítico.

Frecuentemente, se pone en duda nuestra lealtad cuando hablamos sobre la moralidad del consumismo o del individualismo. Pero en estas cuestiones es preciso tener una lealtad crítica. Es importante que los musulmanes entiendan que no deberían estar tan asustados hasta el punto de ofrecer una lealtad ciega por la presión psicológica a la que se enfrentan hoy.

Y hay gente a la que le pasa eso. Durante la época colonial, había personas totalmente absorbidas que resultaban invisibles en el interior de la cultura dominante. Como musulmanes occidentales, es verdaderamente importante afirmar que aceptamos todo lo que es bueno de la cultura occidental, pero que vamos a ser auto críticos y críticos hacia todo lo que es malo según nuestros valores y principios. Y esta es la verdadera lealtad, la que se basa en el análisis crítico sobre lo que hacemos y en la coherencia. Resulta muy fácil decir que estamos promoviendo la democracia, promoviendo la libertad. Pero la cuestión clave para cada civilización es como conseguir la coherencia entre los valores que proclama y la política que lleva a cabo. Esto es lo que tenemos que pedir y lo que los musulmanes deberían exigir también cuando se trata de países de mayoría islámica.

OR.: Los nuevos movimientos globales por la justicia ¿están intentando llegar de manera efectiva a los musulmanes o repiten un tipo de imperialismo cultural?

TR.: Se dan ambos casos. Hay gente dentro de esos movimientos que comprende que tienen que estudiar, conocer mejor, apartarse de la ideología cultural dominante pero otros están completamente engañados por su percepción de que son políticamente progresistas, y son incapaces de entender que culturalmente todavía son muy conservadores y, en ocasiones, incluso retrógrados, muy impregnados de la ideología del colonialismo, esa que “conocemos mejor”. Con esa gente resulta muy difícil tratar.

En estos movimientos hay una mezcolanza de gentes, pero la mayoría todavía son bastante ignorantes del potencial de otras culturas y religiones. Es como si estuviéramos utilizando viejos conceptos, antiguos malentendidos, reorganizándolos e intentando encontrar nuevas estrategias. Pero no necesitamos sólo nuevas estrategias, precisamos de un movimiento basado en nuevas percepciones e incluso en nuevas gentes. Necesitamos personas que comprendan que tienen que ser serios en lo relativo a la diversidad. Nos relacionamos con otras gentes en nombre de una resistencia común pero procedemos de unas realidades, valores e historias particulares.
De esta constatación puede aparecer un movimiento más transparente porque es como si la vieja guardia todavía supiera cómo funcionan las cosas y quienes se incorporan al proceso estuvieran un poco perdidos. No se puede confiar en que otro mundo es posible si volvemos a repetir las antiguas estrategias carentes de transparencia para tomar el poder o para conservarlo.