The Israel Lobby
John Mearsheimer and Stephen Walt El Lobby no quiere un debate abierto, porque ello podría llevar a los estadounidenses a cuestionar el nivel de apoyo que proporcionan. Por tanto, las organizaciones pro-Israel trabajan duro para controlar las instituciones que más influyen en la opinión popular.
La perspectiva del Lobby prevalece en los medios de comunicación principales: el debate entre los expertos en Oriente Medio, escribe el periodista Eric Alterman, está 'dominado por gente que ni se plantea criticar a Israel'. Enumera 61 columnistas y comentaristas en los que se puede contar para apoyar a Israel reflexivamente y sin cualificación'. Por contra, encontró sólo cinco expertos que constantemente critican las acciones de Israel y defienden las posiciones árabes. Los periódicos a veces publican artículos de opinión invitados que desafían la política Israelí, pero el balance de opinión claramente favorece al otro lado. Es dífícil imaginar que algún medio importante en EEUU publique un artículo de estos.
'Shamir, Sharon, Bibi -sea lo que fuera que ellos quieran me parece bien', dijo una vez Robert Barley. No sorprende que su periódico, el
Wall Street Journal, junto con otros periódicos destacados como el
Chicago Sun-Times y el
Washington Times, habitualmente publican editoriales que respaldan fuertemente a Israel. Revistas como
Commentary,
New Republic y
Weekly Standard defienden a Israel a cada oportunidad.
Los editoriales parciales también se encuentran en periódicos como el
New York Times, que a veces critica las políticas israelíes y a veces admite que los Palestinos tienen quejas justificadas, pero no es equilibrado. En sus memorias, el antiguo editor ejecutivo del periódico Max Frankel reconoce el impacto que su propia actitud tuvo en sus decisiones editoriales: 'Estuve mucho más dedicado a Israel de lo que me atrevía a segurar... fortalecido por mi conocimiento de Israel y mis amigos allí, yo mismo escribía la mayoría de nuestros comentarios sobre Oriente Medio. Como más árabes que judíos reconocían, los escribía desde una perspectiva pro-Israel'.
Los reportajes de noticias son más equilibrados, en parte porque los reporteros se esfuerzan por ser objetivos, pero también porque es difícil cubrir acontecimientos en los Territorios Ocupados sin reconocer las acciones de Israel sobre el terreno. Para desalentar las informaciones desfavorables, el Lobby organiza campañas de envio de cartas, manifestaciones y boicots de medios cuyo contenido considera anti-Israel. Un ejecutivo de CNN ha dicho que a veces recibe 6000 e-mails en un sólo día quejándose sobre algún artículo. En Mayo de 2003, el Comité pro-Israel para una divulgación acertada del Oriente Medio en EEUU (CAMERA) organizó manifestaciones a las puertas de las estaciones de la radio nacional pública (NPR) en 33 ciudades; intentó persuadir a contribuyentes de retirar su apoyo a la NPR hasta que su cobertura sobre Oriente Medio fuera más favorable a Israel. La estación de la NPR en Boston, WBUR, informo de pérdidas de más de 1 millón de dólares en contribuciones como consecuencia de esta campaña. Presiones posteriores sobre la NPR han llegado de amigos de Israel en el Congreso, que han pedido una auditoría interna de su cobertura de Oriente Medio así como más control.
El lado israelí también domina los think tanks que juegan un papel importante en modelar el debate público así como la política. El Lobby creó su propio think tank en 1985, cuando Martin Indyk ayudó a fundar WINEP. Aunque WINEP minimiza sus lazos con Israel, aportando supuestamente una perspectiva 'balanceada y realista' en asuntos sobre Oriente Medio, está financiado y gestionado por individuos profundamente involucrados en llevar a cabo la agenda israelí.
La influencia del Lobby se extiende más allá de WINEP. Durante los últimos 25 años, las fuerzas pro-Israel han establecido un mandato en el
American Enterprise Institute, la
Brookings Institution, el
Center for Security Policy, el
Foreign Policy Research Institute, la
Heritage Foundation, el
Hudson Institute, el
Institute for Foreign Policy Analysis y el
Jewish Institute for National Security (JINSA). Estos think tanks hacen pocas críticas, si acaso alguna, del apoyo de EEUU a Israel.
Tómese por ejemplo la Brookings Institutions. Durante muchos años, su experto senior en Oriente Medio fue William Quandt, un antiguo oficial de la NSC con una merecida reputación de imparcialidad. Hoy, la cobertura de Brookings está dirigida a través del
Saban Center for Middle East Studies, que está financiado por Haim Saban, un hombre de negocios americano-israelí y ardiente sionista. El director del centro es el ubicuo Martin Indyk. Lo que una vez fue un instituto político no partidista hoy forma parte del coro pro-israelí.
Donde el Lobby ha tenido mayor dificultad es reprimiendo el debate en las
universidades. En 1990, cuando se desarrollaba el proceso de paz de Oslo, apenas había tibias críticas a Israel, pero crecieron con el colapso de Oslo y la llegada al poder de Sharon, volviéndose más fuertes cuando el IDF retomó Cisjordania en la primavera de 2002 y empleó una fuerza desproporcionada para reprimir la segunda intifada.
El Lobby se movilizó inmediatamente para 'recuperar el campus universitario'. Nuevos grupos surgieron, como la Caravana para la Democracia, que atrajo a oradores israelíes a las facultades estadounidenses. Estableció grupos como el Consejo Judío por los Asuntos Públicos al que se unió Hillel, un nuevo grupo, la Coalición de Israel en el Campus, se formó para coordinar a los numerosos grupos que ahora buscaban exponer la causa israelí. Finalmente, AIPAC más que triplicó sus gastos en programas para controlar las actividades de la universidad y entrenar jóvenes defensores, para 'incrementar el número de estudiantes involucrados en el campus...en el esfuerzo pro-Israel'.
El Lobby también controla lo que los profesores escriben y enseñan. En Septiembre de 2002, Martin Kramer y Daniel Pipes, dos apasionados neoconservadores pro-Israel, crearon una página web (Campus Watch) que publicaba dossiers de académicos sospechosos y animaba a los estudiantes a denunciar comentarios o comportamientos que pudieran considerar hostiles a Israel. Este claro intento de amenazar e intimidar al profesorado provocó una airada reacción y Pipes y Kramer eliminaron posteriormente los dossiers, pero la página web todavía invita a los estudiantes a denunciar actividad anti-Israel.
Grupos dentro del Lobby presionan a académicos y universidades. Columbia ha sido un objetivo frecuente, sin duda por la presencia de Edward Said en esta universidad. 'Uno puede estar seguro de que cualquier comentario público en apoyo de los Palestinos por el prominente crítico literario Edward Said generará cientos de e-mail, cartas y comentarios periodísticos que piden denunciar a Said y sancionarle o despedirle', dijo su anterior rector, Jonathan Cole. Cuando Columbia contrató al historiador Rashid Khalidi de Chicago, sucedió lo mismo. Fue un problema al que también se enfrentó Princeton un años después cuando consideró llevarse a Khalidi.
Una ilustración clásica del esfuerzo por vigilar el mundo académico ocurrió a finales de 2004, cuando David Project produjo una película en la que alegaba que miembros del departamento de estudios de Oriente medio de Columbia eran antisemitas e intimidaban a estudiantes judíos que defendían a Israel. Columbia fue tremendamente criticada, pero un comité universitario que fue asignado para investigar los cargos no encontró evidencia alguna de antisemitismo y el único incidente que mereció la pena destacar fue que un profesor 'respondió acaloradamente' a una pregunta de un estudiante. El comité también descubrió que los académicos en cuestión habían sido objeto de una campaña de intimidación.
Quizás el aspecto más pertubador son los esfuerzos que grupos judíos han hecho para presionar al Congreso para que establezca mecanismos para controlar lo que los profesores dicen. Si consiguen pasar esta ley, se denegará financiación federal a las universidades que se considere que tengan un sesgo anti-Israel. Sus esfuerzos todavía no han fructificado, pero son una indicación del esfuerzo dedicado a controlar el debate.
Un número de filántropos judíos han establecido recientemente programas de estudios sobre Israel (añadidos a los 130 programas de estudios judíos ya existentes) para incrementar el número de académicos simpatizantes de Israel. En Mayo de 2003, la Universidad de Nueva York anunció la creación del Centro Taub para Estudios Israelíes; programas similares se han puesto en marcha en Berkeley, Brandeis y Emory. Administradores académicos enfatizan su valor pedagógico, pero lo cierto es que están orientados fundamentalmente a promover la imagen de Israel. Fred Laffer, el director de la fundación Taub, deja claro que su fundación financió el centro de la Universidad de Nueva York para ayudar a contrarrestar el 'punto de vista árabe' que cree que es dominante en los programas de Oriente Medio de la Universidad de Nueva York.
Ninguna discusión sobre el Lobby sería completa sin un examen de una de sus armas más poderosas: el
cargo de anti-semitismo. Cualquiera que critica las acciones de Israel o que argumenta que los grupos pro-Israel tienen una influencia significativa sobre la política estadounidense en Oriente Medio -una influencia que AIPAC celebra- tiene muchas probabilidades de ser tachado de anti-semita. De hecho, cualquiera que simplemente afirme que existe un Lobby de Israel corre el riesgo de ser acusado de antisemitismo, incluso aunque los medios israelíes hagan referencia al 'Lobby Judío'. Es decir, el Lobby por un lado alardea de su influencia y por otro lado ataca a cualquiera que llame la atención sobre él. Es una táctica muy efectiva: anti-semitismo es algo de lo que nadie quiere ser acusado.
Los europeos han sido más proclives que los estadounidenses a criticar la política de Israel, que algunos atribuyen al resurgir del anti-semitismo en Europa. Estamos 'llegando a un punto', dijo a principios de 2004 el embajador de EEUU en la Unión Europea, 'donde es tan malo como lo era en los años 30'. Medirel anti-semitismo es un asunto complicado, pero el peso de la evidencia apunta en la dirección contraria. En la primavera de 2004, cuando las acusaciones de anti-semitismo europeo llegaron a EEUU, distintas encuestas europeas de opinión pública realizadas por la Liga Anti Difamación de EEUU y el
Pew Research Center for the People and the Press encontraron que el anti-semitismo estaba en declive. En los años 30, por contraste, el antisemitismo no sólo estaba extendido entre los europeos de todas las clases sino que estaba bien visto.
El Lobby y sus amigos a menudo retratan a Francia como el país más anti-semita de Europa. Pero en 2003, el líder de la comunidad judía francesa dijo que 'Francia no es más anti-semita que EEUU'. Según un reciente artículo en
Ha'aretz, la policía francesa había informado que los incidentes anti-semitas habían disminuido casi un 50% en 2005; y ello a pesar de que Francia tiene la población musulmana más grande de toda Europa. Por último, cuando un judío francés fue asesinado en París hace un mes por una banda musulmana, decenas de miles de manifestantes salieron a la calle para condenar el anti-semitismo. Jacques Chirac y Dominique de Villepin acudieron al funeral para mostrar su solidaridad.
Nadie niega que haya anti-semitismo entre los musulmanes europeos, en parte provocado por el comportamiento de Israel hacia los palestinos y en parte por un comportamiento directamente racista. Pero esto es un asunto distinto que nada tiene que ver con el anti-semitismo de los años 30. Tampoco nadie niega que todavía haya anti-semitas autóctonos en Europa (como los hay en EEUU) pero sus números son pequeños y sus opiniones ampliamente rechazadas por la mayoría de europeos.
Los defensores de Israel, cuando son presionados para ir más allá de la mera afirmación, afirman que hay un 'nuevo anti-semitismo', que ellos asocian con la crítica a Israel. Es decir, si se critica la política de Israel se es por definición un anti-semita. Cuando el sínodo de la Iglesia de Inglaterra votó recientemente dejar de invertir en Caterpillar Inc. en base a que fabrica excavadoras usadas por los israelíes para demoler casas palestinas, el rabí jefe se quejó de que esto 'tendría las repercusiones más adversas en... las relaciones judeo-cristianas de Gran Bretaña', mientras que el rabí Tony Bayfield, el líder del movimiento por la reforma, dijo: 'Hay un claro problema de anti-sionismo - que roza en el antisemitismo- actitudes que surgen de la base, e incluso de los estratos intermedios de la Iglesia'. Pero la Iglesia era culpable únicamente de protestar contra la política del gobierno israelí.
Los críticos son también acusados de tener una opinión injusta de Israel o de cuestionar su derecho a existir. Pero esto son acusaciones infundadas. Los críticas occidentales de Israel jamás cuestionan su derecho a existir: cuestionan su comportamiento hacia los palestinos, como lo hacen los propios israelíes. Tampoco es Israel juzgado de forma injusta. El tratamiento de los palestinos por parte de Israel provoca las críticas porque es contrario a los principios de los derechos humanos, a la ley internacional y al principio nacional de auto-determinación. Y es casi el único estado que ha recibido duras críticas por estos motivos.
En el otoño de 2001, y especialmente en la primavera de 2000, la administración Bush intentó reducir el sentimiento anti-americano en el mundo árabe y debilitar el apoyo
a grupos terroristas como Al-Qaida frenando las políticas expansionistas en los Territorios Ocupados y defendiendo la creación de un estado Palestino. Bush tenia importantes medios de persuasión a su disposición. Podría haber amenazado de reducir el apoyo económico y diplomático a Israel, y el pueblo americano le hubiera apoyado. Una encuesta de mayo 2003 informó que más del 60% de estadounidenses estaban dispuestos a retirar ayuda a Israel si éste se oponía a la resolución del conflicto, este número se elevó a un 70% entre los 'políticamente activos'. De hecho el 73% dijo que los EEUU no debían favorecer a ninguna parte.
Aun así la administración fracasó en cambiar la política israelí y Washington acabó por respaldarla. Con el tiempo, la administración también adoptó las mismas justificaciones que Israel acerca de su posición, hasta que la retórica estadounidense acabó imitando la retórica israelí. En febrero de 2003, un titular del Washington Post resumía así la situación: 'Bush y Sharon casi idénticos en política de Oriente Medio'. La razón principal de este cambio fue el Lobby.
La historia comienza a finales de Septiembre de 2001, cuando Bush comenzó a presionar a Sharon para que se controlara en los Territorios Ocupados. También le presionó para que el ministro de Exteriores Shimon Peres se reuniera con Yasser Arafat, incluso aunque Bush era muy crítico con el liderazgo de Arafat. Bush incluso dijo públicamente que apoyaba la creación del estado palestino. Alarmado, Sharon le acusó de tratar de 'pacificar a los árabes a nuestras expensas', avisando de que Israel 'no será Checoslovaquia'.
Bush se enfureció al ser comparado a Chamberlain, y el secretario de prensa de la Casa Blanca dijo que los comentarios de Sharon eran 'inaceptables'. Sharon ofreció una disculpa formal, pero rápidamente pidió refuerzos al Lobby para persuadir a la administración y el pueblo estadounidense de que EEUU e Israel se enfrentaban a una amenaza común de terrorismo. Oficiales israelíes y representantes del Lobby insistieron en que no había una diferencia real entre Arafat y Osama Bin Laden: EEUU e Israel deberían aislar al líder elegido por los palestinos y no hay nada que hacer con él.
El Lobby acudió al Congreso. El 16 de Noviembre, 89 senadores enviaron una carta a Bush alabándole por negarse a reunirse con Arafat, pero pidiendo que EEUU no frenara a Israel en su toma de represalias contra los palestinos; la administración, escribieron, debe afirmar públicamente que apoya a Israel. Según el
New York Times, la carta nació de una reunión dos semanas antes entre 'líderes de la comunidad judeo-americana y senadores clave', añadiendo que AIPAC estaba 'particularmente activo en suministrar consejo por carta'.
A finales de Noviembre, las relaciones entre Tel Aviv y Washington habían mejorado considerablemente. Esto fue en parte gracias a los esfuerzos del Lobby, pero también a la victoria inicial de EEUU en Afganistán, que redujo la percepción de necesidad de ayuda árabe en el trato con Al-Qaida. Sharon visitó la Casa Blanca a principios de Diciembre y tuvo un encuentro amistoso con Bush.
En abril de 2002, los problemas surgieron de nuevo, después de que las fuerzas armadas israelíes lanzaran la Operación Escudo Defensivo y reemprendieran el control de todas las áreas palestinas en Cisjordania. Bush sabía que las acciones de Israel dañarían la imagen de EUU en el mundo islámico y perjudicarían a la guerra contra el terrorismo, así que le exigió a Sharon que 'parara las incursiones y comenzara la retirada'. Dos días después subrayó este mensaje, diciendo que quería que 'Israel se retirara sin demora'. El 7 de abril, Condoleeza Rice, entonces consejera de seguridad nacional de Bush, dijo a los periodistas: 'Sin demora significa sin demora, significa ya'. Ese mismo día Colin Powell se fue a Oriente Medio para persuadir a ambos bandos de que dejaran de luchar y empezaran a negociar.
Israel y el Lobby se pusieron en marcha. Oficiales pro-Israel en la oficina de la vicepresidencia y en el Pentágono, expertos ne-conservadores como Robert Kagan y William Kristol, presionaron a Powell. Incluso le acusaron de haber 'eliminado la distinción entre terroristas y los que luchan contra los terroristas'. Bush mismo fue presionado por líderes judíos y cristianos evangélicos. Tom DeLay y Dick Armey fueron especialmente elocuentes acerca de la necesidad de apoyar a Israel, y DeLay y el líder de la minoría en el Senado, Trent Lott, visitaron la Casa Blanca y avisaron a Bush de dar marcha atrás.
La primera señal de que Bush se derrumababa llegó el 11 de Abril -una semana después de decir a Sharon que se retirara- cuando el secretario de prensa de la Casa Blanca dijo que el presidente creía que Sharon era 'un hombre de paz'. Bush repitió esta afirmación públicamente al regreso de Powell de su misión abortiva, y dijo a los periodistas que Sharon había respondido satisfactoriamente a su llamada para una retirada total e inmediata. Sharon no había hecho tal cosa, pero Bush no quería saber nada del tema.
Mientras tanto, el Congreso también comenzaba a apoyar a Sharon. El 2 de mayo, desestimó las objeciones de la administración y pasó dos resoluciones reafirmando su apoyo a Israel. (El voto del Senado fue de 94 a 2; la versión del Congreso pasó por 325 a 210) Ambas resoluciones afirmaban que los EEUU 'es solidario con Israel' y que los dos países estaban, citando la resolución del Congreso, 'comprometidos en una lucha común contra el terrorismo'. La versión del Congreso también condenó 'el constante apoyo al terrorismo de Yaser Arafat', que fue retratado como una parte central del problema de terrorismo. Ambas resoluciones fueron redactadas con ayuda del Lobby. Unos días después, una delegación del congreso bipartidista en una misión de búsqueda de hechos en Israel afirmó que Sharon debería oponerse a la presión de EEUU para negociar con Arafat. El 9 de mayo, un comité de apropiaciones del congreso se reunió para considerar dar a Israel 200 millones de dólares extra para la lucha contra el terrorismo. Powell se opuso al paquete pero el Lobby lo respaldó y Powell perdió.
Resumiendo, Sharon y el Lobby desafiaron al presidente de los EEUU y triunfaron. Hemi Shalev, un periodista del periódico israelí Ma'ariv, informó que los ayudantes de Sharon 'no podían esconder su satisfacción' a la vista del fracaso de Powell. Pero fueron los defensores de Israel en EEUU, no Sharon o Israel, los que jugaron un papel fundamental en la derrota de Bush.
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